Hay una palabra que aparece una y otra vez cuando se habla del primer día de jardín maternal: “desapego”. Y si hay alguien que pide borrarla del vocabulario materno es Natalia Guerendiain, psicóloga especialista en crianza consciente y una de las voces más escuchadas del país en primera infancia.
Formada en la Universidad de Buenos Aires, con especialización en psicoanálisis y una comunidad de más de 76.000 familias que siguen sus contenidos en redes, Natalia no sólo habla desde la teoría: también es mamá de Josefina (de cinco años) y Felicitas (23 meses). “Mis grandes maestras”, dice siempre.
Su propuesta conmueve porque devuelve al vínculo su dignidad original: “No se busca el desapego. El apego es natural y sano. Lo que buscamos es que el niño amplíe su círculo afectivo y construya un apego secundario con su maestra”.
Su enfoque pone el foco en el modo, no en el tiempo. La adaptación no es una prueba de resistencia; es una coreografía lenta: “La adaptación se construye despacito, con presencia. La seguridad no se dice: se transmite”.
Para ella, el buen maternal se reconoce en los detalles: el modo de recibir, de nombrar, de mirar y sobre todo el respeto por los tiempos normales de un bebé que entra por primera vez al mundo social. “La adaptación tiene que ser progresiva y con el adulto presente dentro de la sala. Muchos maternales no lo permiten, pero es un error: la relación con la maestra no se impone, se construye. El niño se va acercando, explorando, escuchando canciones, jugando, hasta que un día -desde adentro- suelta a mamá para quedarse. No desde afuera, a la fuerza”, alerta. Para ella, el buen maternal se reconoce en los detalles cotidianos.
Estos son los puntos que, según Guerendiain, vale mirar y pedir a la hora de elegir un maternal:
- Recibir con calidez y presencia. La bienvenida no es un trámite: es el primer sostén emocional.
- Nombrar y mirar al niño. Un bebé necesita ser visto y reconocido antes que separado.
- Respetar los tiempos reales. Cada niño tiene su ritmo. No se acelera la adaptación.
- Adaptación gradual. Se empieza de a poco: no es de golpe, no se mide en días fijos.
- Adulto presente dentro de la sala. “La adaptación tiene que ser progresiva y con mamá o papá presentes al principio.”
- Nada de “acostumbrar” separando. “No sacar al bebé de los brazos de la madre para que se acostumbre. La relación con la maestra se construye.”
- Construcción del vínculo desde el juego. Canciones, cuentos, exploración y compañía: así nace la confianza.
- Soltar desde adentro, no desde afuera. “Un día, desde adentro, el niño suelta a mamá para quedarse. No desde afuera, a la fuerza.”